miércoles, 16 de julio de 2008

El cristianismo como una nueva oportunidad de reivindicación moral y religiosa

Angélica Bravo O.

“Maestro, sabemos que hablas y enseñas con rectitud, y que no tienes en cuenta la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios. ¿Nos es lícito pagar tributo al César o no? Pero él, habiendo conocido su astucia, les dijo: Mostradme un denario. ¿De quién lleva la imagen y la inscripción? Ellos dijeron: Del César. Él les dijo: Pues bien, lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios”.[1]

Jesús, a través de su sabia respuesta, no sólo se libra de la trampa de los fariseos que esperan que éste sea condenado, sino que también les da a entender que la religión no es un tema que debiera entrometerse con los asuntos políticos ni temas, en general, de carácter mundano. Él, como líder espiritual no llamaba a las personas a la desobediencia. “Él es Cristo, el Hijo de Dios, cuyo reino no es de este mundo”.

Podemos considerar que el Cristianismo es uno de los grandes legados de la Antigua Roma, y sus enseñanzas nos han acompañado hasta el día de hoy. El Cristianismo es una religión monoteísta, de origen judío, y actualmente, cerca de un tercio de la población mundial pertenece a ella. Provenimos de familias cristianas, ligadas de alguna forma a Dios a través de la Iglesia; algunos de nosotros recibimos una educación cristiana, la cual nos entrega una gran cantidad de enseñanzas y valores. Incluso en nuestro entorno encontramos a personas que la practican, o simplemente son parte de la religión porque alguna vez en sus vidas recibieron algún sacramento como es el bautismo o realizaron su primera comunión.
Si bien el Cristianismo es la religión a la cual seguimos hoy en día, en sus inicios fueron ferozmente perseguidas y condenadas las personas que lo practicaban. A causa de que los cristianos se rehusaban a realizar actividades religiosas paganas, que se pensaba “aplacaban a los dioses”, se convirtieron en una “amenaza” para la sociedad de la época.
Los romanos, al percatarse de que el Dios de los cristianos cobraba cada vez mas fuerza para los creyentes que el mismo César, pensaron que el Cristianismo atentaba contra sus propias creencias politeístas y su superioridad.
En el año 313 se promulgó el edicto de Milán, por parte de Constantino I, a cargo del Imperio Romano de Occidente y Licinio, del de Oriente, y dio a los cristianos la libertad de culto. Pero el Emperador, Juliano el Apóstata (361-363), nuevamente comenzó una política persecutoria contra el Cristianismo. Sin embargo, se dice que a su muerte el Cristianismo resurgió con mayor intensidad.
Finalmente, el Emperador Teodosio, el 27 de Febrero del año 380, proclama al Cristianismo religión oficial del Imperio Romano. Este es, sin duda, un hecho notable que marca la historia de la humanidad desde ahí en adelante. Seguramente ya en esa época serían bastantes los creyentes que se convirtieron al Cristianismo, y luchar contra ellos sería una tarea casi imposible. Lo más factible en ese momento era que el Imperio aceptara esta nueva forma de culto y se uniera a ellos. Se dieron cuenta de que la nueva religión era un dogma y un ejemplo a seguir. Además, todos los otros mecanismos para mantener cohesionado al Imperio ya iban cayendo en desuso. La figura del Emperador no tenía la misma importancia que en la época dorada del Imperio por lo que el Cristianismo funcionó como un buen mecanismo con el cual se podían controlar a las masas, mientras que el Emperador se ganaba la confianza de su pueblo.
Teodosio terminó de darle forma a la inserción del Cristianismo en Roma, otorgándole un gran poder, ofreciéndole la estructura del estado a su servicio y obteniendo el poder que le daba esta religión sobre su gente.

Tiempo después de la muerte de Jesucristo, cuenta la historia que a través de sus apóstoles siguió predicando. Hay gran certeza histórica de que el Nuevo Testamento contiene fielmente la predicación de los apóstoles. Todos ellos predicaron la Resurrección de Cristo como una “verdad fundamental”. Así como se afirma que Pedro estableció su sede en Roma, San Pablo hizo viajes por Asia Menor y Europa predicando a los “gentiles”. Muchos judíos se incorporaron a la Iglesia, pero otros no quisieron convertirse y la persiguieron. Todos los apóstoles, unidos a Pedro, predicaron por todas partes la misma Fe, establecieron comunidades cristianas y consagraron Obispos en cada lugar para que continuasen su ministerio.

Lo que hizo Cristo, en el fondo, fue enseñar y propagar en su corto tiempo de paso por esta tierra normas de convivencia para la naciente humanidad. Por esa razón fueron perseguidos los cristianos, a tal punto de querer haceros desaparecer. Esta tarea se convertía en algo imposible, porque cada vez se fortalecían más como religión y el Cristianismo ya se transformaba en un modo de vida.

Existen escrituras y archivos dejados por los propios apóstoles y descendientes de Cristo en donde se hacen revelaciones de milagros, sanaciones, e incluso conversiones de los mismos romanos al Cristianismo- San Expedito fue un romano que se convirtió al Cristianismo. Él fue un militar del Imperio Romano que tenía a su cargo toda una legión a las órdenes de Dioclesiano (s. IV). Ni su puesto ni el de sus compañeros en la milicia romana eran compatibles con tal conversión, por lo cual fueron arrestados, interrogados y San Expedito fue sacrificado a la orden del Emperador Dioclesiano, en el año 303.-

El gran problema en la predicación de las enseñanzas surgió con el no reconocimiento de Jesús como el Cristo (Mesías) y con la expulsión de los apóstoles de las sinagogas, en donde se seguían congregando luego de la muerte de Jesús. Pero aún así es impactante imaginar cómo la gente se aferró con tanta fuerza a una creencia, siguió predicándola y se volvió a reivindicar moral y religiosamente en una sociedad donde se corrompía tanto la integridad de las personas.

En este punto se produce un fenómeno característico entre los seres humanos, que es preciso esclarecer en este simple y breve ejemplo: Existen dos, tres, cuatro personas que están unidas por algo en común. Luego estas personas conforman un grupo, una gran comunidad. Hasta que finalmente, ese algo en común se torna cada vez mas atractivo para la gente, toma mucho mas peso y es tanta su fuerza que la comunidad comienza a manifestar sus creencias en su entorno, expresándola de distintas y diversas formas. Y es desde los albores de la humanidad que nosotros, seres humanos, tenemos esa tendencia, de formar grupos, de sentirnos parte de algo que nos haga poseer una nueva identidad, de manifestar nuestras creencias a través de esa unión en común, de expresarnos (algo que podemos apreciar hasta el día de hoy) Es decir, poseemos un sentido de “pertenencia”.
Aplicando este ejemplo a lo que es el Cristianismo, puedo concluir que el elemento más relevante, la unión en común más importante que liga a los creyentes con Dios y le da forma al Cristianismo es la Fe.

El Cristianismo es una religión que se relaciona directamente con la legislación, porque las enseñanzas que Jesucristo entregó al pueblo no son sólo palabras predicadas en función de la espiritualidad, sino que mas bien se refieren a normas de carácter moral y social; normas básicas de convivencia y que seguramente sin ellas, las personas no habríamos de ser las mismas de hoy, y desde sus inicios, para solucionar conflictos en alguna comunidad, a estas normas se les aplicaron conceptos religiosos. El Cristianismo establece, además de normas morales, mensajes de paz para toda la humanidad, y en fin, nos invita al respeto mutuo, a una mejor convivencia humana y a seguir fomentando la Fe en nuestro diario vivir.
“La Fe mueve montañas”.


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Bibliografía:

_Frías Valenzuela, Francisco; Tomo II “Historia General: Edad Media y Tiempos Modernos”. Editorial Nacimiento, Santiago, 1967.

_http://www.historialago.com/xto_01155_roma_cristianismo_01.htm

_Grupo Editorial Océano; Tomo I “Historia Universal: De la Humanidad Prehistórica al Imperio Bizantino( s.VII)”. Editorial Océano, Barcelona (España), 1995.

_Grupo Editorial Océano; Tomo II “Historia Universal: Del Islam y la Cristiandad Altomedieval (s.VII) al Absolutismo Monárquico (s.XVII)”. Editorial Océano, Barcelona (España), 1995.

[1] Lucas, Capítulo 20

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